La parálisis que el peligro te inyecta en el cuerpo, acelerando latidos y regalando escalofríos.
Muchas veces tan real, pero otras tantas tan inventado en nuestra película sin argumento.
Ese freno a lo nuevo, lo desconocido. Uno de los mayores muros propios anti felicidad.
Esa cama de lo conocido que te hace dormir igual aunque duela.
Cuando el valor se va a dormir la siesta solo queda ese monstruo con sus cadenas. Un tigre que nunca va a existir.